Decir que la educación, es un derecho, es cierto un derecho, pero un derecho por el cual debo desembolsar una enorme suma de dinero, para después estar endeudado los próximos 10 años de mi vida.
Preguntar por una carrera es sinónimo de cuanto dinero debo pagar y con cuanto dinero quedo endeudado. ¿Por que México y Argentina tienen educación gratuita?, Finalmente reflexionar: Con una de las tantas frases que han aparecido en las manifestaciones ciudadanas.
"Eleji educar y ahora me castigan"





lunes, 8 de agosto de 2011

La Conquista de Chile


En 1535 el adelantado Diego de Almagro (1475-1538), quien había ganado título y fortuna en la conquista del Perú realizada en acuerdo con Francisco Pizarro (1478-1541), se propuso emprender la exploración de las tierras sometidas al Imperio Inca al sudoeste del altiplano boliviano, más allá del desierto atacameño.
En Perú habían comenzado las disputas con Pizarro por considerarse Almagro postergado en las capitulaciones acordadas por el primero en 1529 con el emperador Carlos V, por las que se convertía en gobernador de la región conquistada. La presencia en Perú de los hermanos de Pizarro extendió las rivalidades a los capitanes de uno y otro conquistador. Motivado por el ansia de ganar su propio "El Dorado", las noticias recibidas del inca Manco Cápac II (1500-1544) sobre el tributo en oro percibido del valle del Aconcagua alimentaron la decisión del adelantado y la ambición de sus partidarios.

La expedición de Diego de Almagro
Las huestes de Almagro se habían visto acrecentadas gracias a los hombres de Pedro de Alvarado (1485-1541), llegados al Perú en busca de fortuna y que quedaron allí cuando en 1534, Alvarado aceptó regresar a Guatemala después de recibir una fuerte indemnización por renunciar a seguir en las tierras incaicas. Sin embargo, encomiendas y repartimientos habían ido a parar o estaban siendo repartidas entre los primeros conquistadores, de modo que no resultó difícil reunir entre la gente de Alvarado los hombres suficientes para emprender la exploración. Tales fueron las expectativas de riqueza que la mayoría de los 132 primeros expedicionarios reunidos por Almagro se proveyó de medios empleando sus propios recursos y el resto fue equipado con la fortuna de quien les mandaba.
El inca Manco puso a su disposición abundante información sobre el país que les esperaba y se preparó la ruta que tenía que seguirse. De Cuzco se marcharía bordeando el lago Titicaca hasta Paria, donde los esperaría Juan de Saavedra con el grueso de las fuerzas, y de ahí partirían hacia el sur en dirección a Chicoana y la altiplanicie de Laguna Blanca, desde donde se cruzarían los Andes por el paso de San Francisco (a 4.726 m de altitud) para llegar a la altura del valle de Copiapó. Esto es, seguirían el camino interior del imperio inca.
En Lima, entre tanto, Ruy Diaz y Juan de Herrada armaron tres navíos que debían hacerse a la mar, con refuerzos, víveres y armamento, y aguardar a encontrarse en un punto próximo a la costa de Coquimbo.
En julio de 1535, la expedición salió de Cuzco y tres meses después llegó a Tupiza, en donde le esperaba el hermano del inca Manco, el príncipe Paulo Túpac, con instrucciones de acompañarles y presentes en oro que no hicieron sino avivar unas expectativas que, sin embargo, nunca llegarían a verse cumplidas. En enero de 1536, reanudaron la marcha. En total, con las fuerzas que se les unieron en las diversas paradas del trayecto, fueron unos doscientos cincuenta expedicionarios españoles los que se hicieron acompañar de cerca de dos mil yanaconas (los indígenas encargados del transporte y de servir a los primeros) y dos centenares de esclavos negros.
La jornada, capitaneada por Almagro, pronto reveló su extrema dureza. A la adversidad del medio físico se unía el hostigamiento de los calchaquíes y la indisciplina de los expedicionarios, alguno de los cuales había decidido adelantarse con parte de los pertrechos mientras muchos se dedicaban a ranchear a su paso entre las comunidades aborígenes, lo que infundió el rechazo entre los propios yanaconas e hizo que algunos abandonaran el grupo. El paso de la cordillera de los Andes supuso grandes pérdidas de indígenas auxiliares y caballerías, víctimas del frío, el hambre y los accidentes.
Al acceder al Copiapó, en abril de 1536, Almagro y su gente se convirtieron en la primera fuerza expedicionaria europea en descubrir Chile y acometer su conquista. La primera experiencia con la población autóctona no pudo ser, sin embargo, más adversa, pues, teniendo noticia el adelantado de que se había dado muerte a tres de sus soldados, en represalia mandó quemar varios indígenas principales de los valles de Huasco y Coquimbo, lo que a su vez infundió gran temor entre los yanaconas que llevaba consigo y propició que se dieran a la fuga a través de Atacama, siendo reemplazados con diaguitas nativos del lugar.
Llegado a Coquimbo, Almagro se reunió con Ruy Díaz, quien por mar había llegado con un solo barco de suministros después de una peno¬sa travesía navegando contra el viento; las otras dos embarcaciones que salieron de El Callao, se habían visto obligadas a regresar. Díaz traía noticias importantes. Pudo informar al adelantado que Carlos V le había concedido la Gobernación de Nueva Toledo -al sur de Nueva Castilla, en manos de Pizarro-, aunque faltaba deslindar ambas y decidir dónde quedaría la capital inca.
También en Coquimbo, Diego de Almagro recibió el homenaje del curaca inca del Mapocho, que actuaba inducido por el castellano Gonzalo Calvo de Barrientos, un antiguo escapado del Perú que vivía pacíficamente en el valle del Aconcagua, donde finalmente llegó la expedición y fue acogida favorablemente. Desde la conquista inca, ese valle había recibido el nombre de Chile y a su regreso al Perú, Almagro, que lo exploró detenidamente sin hallar rastro de la riqueza que buscaba, contribuyó a difundirlo hasta denominar con ese nombre a la totalidad del país.

“Los españoles después de bajar al valle de Copiapó en mayo de 1536”, óleo de fray Pedro Subercaseaux.

El primer enfrentamiento armado con los indígenas
Los expedicionarios habían alcanzado una región con suelos más ricos y clima más benigno, pero las cosas no consiguieron enderezarse. Uno de los incas que les acompañaban desde Cuzco -más tarde sería apresado y descuartizado- hizo creer al curaca que Almagro perseguía aviesas intenciones, de modo que la población autóctona abandonó a los españoles. Pocas cosas hasta entonces animaban a seguir la expedición. Sólo habían encontrado indígenas dedicados a la agricultura de subsistencia, apenas dispuestos a servir a los llegados. Los lavaderos de oro parecían agotados y las noticias que tenían de lo que aguardaba más al sur excluía la existencia de ciudades, y por el contrario se les daba cuenta de la presencia de pueblos muy belicosos ante los que se había detenido la expansión incaica.
Almagro decidió enviar un grupo expedicionario al mando de Gómez de Alvarado para que confirmase la información. Los exploradores no tuvieron contratiempos hasta cruzar el Maule, donde encontraron a los mapuches. En Reinogüelén disputaron una encarnizada batalla en la que pusieron en fuga a los indígenas después de que éstos ofrecieran gran resistencia y cedieran terreno, tras sufrir numerosas pérdidas. Cuando de regreso al Aconcagua relataron lo ocurrido, la mayoría se pronunció por abandonar el país y regresar al Perú, pues nada justificaba permanecer en aquel falso "El Dorado", donde amenazaba una vida insegura y en guerra.
El retorno fue el de una expedición dispuesta a tomar el botín hallado a su paso, que no sería otro sino la toma de indígenas y el saqueo de sus poblados. A comienzos de 1537 Almagro abandonó Chile por Atacama ante la premura de regresar a Cuzco, una vez conoció la rebelión de Manco. Le aguardaban la guerra con Pizarro, la prisión y la muerte a garrote un año después por orden de este último.

La conquista de Chile por Pedro de Valdivia
En 1539 Pedro de Valdivia (1497-1553), maestre de campo de Francisco Pizarro en la guerra contra Almagro y experimentado soldado procedente de los tercios de Flandes e Italia, solicitó a su capitán y gobernador autorización para realizar una expedición a Chile. Era la oportunidad de probar fortuna y alcanzar hacienda y gloria perseguida en campos de batalla europeos y en numerosas luchas como en las que había tomado parte en América. Pizarro accedió a la petición nombrándole "teniente de gobernador", pero dejó en sus manos levantar y pagar la fuerza con la que acometer la nueva jornada, que no sería sino la finalización de la ocupación del imperio inca, tal y como sucediera en la fracasada aventura de Almagro.
Por su intervención en la guerra civil del Perú, Valdivia había sido recompensado con una encomienda en el valle de la Canela (Charcas) y una mina de plata en Porco, bienes que puso a disposición de la campaña que se aprestaba a iniciar. Sin embargo, no logró reunir los medios necesarios hasta que pudo alcanzar un acuerdo con un adinerado comerciante llegado de España, Francisco Martínez, que financió el avituallamiento de los expedicionarios a cambio de la mitad de lo que rindiera la Conquista. Las dificultades serían todavía mayores para reunir una fuerza suficiente que ofreciera garantías para la aventura. Las noticias que habían traído de Chile la gente de Diego de Almagro sobre la ausencia de grandes riquezas y la penuria del viaje desalentaron el reclutamiento. En esta ocasión se pretendía la conquista del país y la fundación de asentamientos estables, por lo que llevarían consigo semillas y animales domésticos.
Debido a estos problemas, Valdivia acordó compartir jornada con Pero Sancho de Hoz, quien fuera secretario de Pizarro y estaba ansioso de hacer efectiva la gobernación que el rey le había concedido en las tierras que descubriera en la región más austral. En enero de 1540 Valdivia partió de Cuzco con apenas once soldados y mil indígenas, decidido a seguir la ruta del desierto que señalara el retorno de Almagro.
De Arica la expedición pasó a Tarapacá y allí aguardó a que se sumaran nuevos efectivos. Primero fueron los dieciséis que llegaron con Rodrigo de Araya; después la gente reunida por Francisco de Villagra, procedente de la fracasada expedición de Diego de Rojas, unos ochenta más. En San Pedro de Atacama se agregaron veinticinco españoles al mando de Francisco de Aguirre. Fue entonces cuando Sancho de Hoz pretendió asesinar a Valdivia.
Fracasado ese intento, y ante la perspectiva de ver frustrada la campaña a causa de las discordias, Valdivia, después de haber mandado prender a su rival, se limitó a imponer a Sancho de Hoz que disolviera mediante escritura la compañía que traía con él y asimismo renunciara a los derechos que habían acordado repartirse cuando se asociaron, tras lo cual, después de expulsar a varios cómplices, le permitió continuar en la expedición.
En Copiapó llegarían a incorporarse una veintena más de españoles. Y con esta fuerza, Valdivia tomó posesión del territorio que en adelante se descubriera con el nombre de Nueva Extremadura -en honor a su tierra de procedencia, en la península Ibérica-, pues a esa distancia y en esa latitud concluían los derechos de Pizarro.
Pedro de Valdivia llegó al valle del Mapocho en diciembre de 1540. La organización bélica y urbana lo llevó a fundar Santiago del Nuevo Extremo el 12 de febrero de 1541. Poco después Valdivia nombró a los integrantes del cabildo, el que a su vez lo nombraría gobernador de Chile.






"Fundación de Santiago", cuadro de Pedro Lira








Acta de la fundación de Santiago

"A doce del mes de febrero, año de mil quinientos y cuarenta y un años, fundó esta ciudad a nombre de Dios y de su bendita madre, y del Apóstol Santiago, el muy magnífico señor Pedro de Valdivia, teniente gobernador y capitán general en las provincias del Perú por Su Majestad y púsole nombre la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, y a esta provincia y a sus comarcas, y aquellas tierras de que Su Majestad fuere servido que sea gobernación, la provincia de la Nueva Extremadura.”



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